Este post os escribo desde Ucrania. Acabo de llegar a Kiev. Sí, ya estoy aquí, dispuesto a descubrir el nuevo mundo que se abre a mí alrededor.
El comienzo del viaje lo podría calificar de satisfactorio. El avión ha llegado a su destino con normalidad, salvo ocasionales turbulencias, y con mi equipaje abordo. Toda una suerte, teniendo en cuenta que se han perdido las maletas de varios pasajeros, incluida mi novia.
Lucía y yo hemos llegado a Kiev, haciendo escala en Milán. El aeropuerto de Milán me ha parecido bastante pequeño y caro. Para hacer tiempo nos hemos metido en “Duty Free”. Adoro estas tiendas libres de impuestos que me recuerdan los comercios de Andorra. Después de probar mil y una fragancias, y oliendo a Chanel Allure Homme Sport he subido al avión con destino a Kiev.
El vuelo a Kiev ha sido más entretenido que el de Valencia-Milán. En el asiento de al lado me ha tocado un italiano que me dio conversación durante todo el trayecto. Me ha contado que iba a ver a una chica que había conocido por Internet y estaba muy emocionado y nervioso. Nos hemos intercambiado los teléfonos, y le he deseado mucha suerte.
En el avión hemos tenido que rellenar “Tarjeta de Inmigración”, un documento que se entrega en el control de aduana. Es un formulario que recoge tus datos personales, la duración de visita, el lugar de alojamiento, etc.
El momento del aterrizaje también tenía su punto. Es la primera vez que veía a los pasajeros aplaudir después de tomar tierra. Es una especie de agradecimiento a toda la tripulación por un vuelo bien efectuado. En el aire se respiraba buen rollo y la inmensa alegría de estar en las tierras ucranianas.
Así acabábamos de llegar al aeropuerto de Kiev, llamado Borispol. Está situado a 28 kilómetros de la ciudad.
Después de bajar del avión, hemos tenido que pasar por el control de pasaportes. Una experiencia un tanto peculiar e inusual para los turistas de la Unión Europea que no estamos acostumbrados a este tipo de procedimiento. La chica de la ventanilla ha pasado un buen rato estudiando mi pasaporte y escaneándome con su mirada de arriba hacia abajo. Será que le gusto y no puede resistirse ante mis evidentes encantos, pensaba yo mientras tanto. Después de dedicar tanto tiempo a mi persona y preguntar sobre el motivo de mi visita (ésta fijo que quiere quedar conmigo), me ha dejado pasar al otro lado del mostrador.
El comienzo del viaje lo podría calificar de satisfactorio. El avión ha llegado a su destino con normalidad, salvo ocasionales turbulencias, y con mi equipaje abordo. Toda una suerte, teniendo en cuenta que se han perdido las maletas de varios pasajeros, incluida mi novia.
Lucía y yo hemos llegado a Kiev, haciendo escala en Milán. El aeropuerto de Milán me ha parecido bastante pequeño y caro. Para hacer tiempo nos hemos metido en “Duty Free”. Adoro estas tiendas libres de impuestos que me recuerdan los comercios de Andorra. Después de probar mil y una fragancias, y oliendo a Chanel Allure Homme Sport he subido al avión con destino a Kiev.
El vuelo a Kiev ha sido más entretenido que el de Valencia-Milán. En el asiento de al lado me ha tocado un italiano que me dio conversación durante todo el trayecto. Me ha contado que iba a ver a una chica que había conocido por Internet y estaba muy emocionado y nervioso. Nos hemos intercambiado los teléfonos, y le he deseado mucha suerte.
En el avión hemos tenido que rellenar “Tarjeta de Inmigración”, un documento que se entrega en el control de aduana. Es un formulario que recoge tus datos personales, la duración de visita, el lugar de alojamiento, etc.
El momento del aterrizaje también tenía su punto. Es la primera vez que veía a los pasajeros aplaudir después de tomar tierra. Es una especie de agradecimiento a toda la tripulación por un vuelo bien efectuado. En el aire se respiraba buen rollo y la inmensa alegría de estar en las tierras ucranianas.
Así acabábamos de llegar al aeropuerto de Kiev, llamado Borispol. Está situado a 28 kilómetros de la ciudad.
Después de bajar del avión, hemos tenido que pasar por el control de pasaportes. Una experiencia un tanto peculiar e inusual para los turistas de la Unión Europea que no estamos acostumbrados a este tipo de procedimiento. La chica de la ventanilla ha pasado un buen rato estudiando mi pasaporte y escaneándome con su mirada de arriba hacia abajo. Será que le gusto y no puede resistirse ante mis evidentes encantos, pensaba yo mientras tanto. Después de dedicar tanto tiempo a mi persona y preguntar sobre el motivo de mi visita (ésta fijo que quiere quedar conmigo), me ha dejado pasar al otro lado del mostrador.
El siguiente paso ha sido la recogida del equipaje. Ha tardado bastante en salir, y cuando ha aparecido la última maleta, mi novia ha empezado a ponerse muy nerviosa… su maleta no se encontraba en la cinta transportadora. De inmediato nos dirigimos al punto de información y poniendo en práctica todo nuestro conocimiento del inglés, explicamos nuestro problema. La empleada del aeropuerto tomó nuestros datos y dijo que en breve se podrían en contacto con nosotros.
Después de reclamar el equipaje perdido, nos dirigimos a la puerta de salida. Me he quedado impresionado al ver a tanta gente alrededor. Por un momento me he sentido como un famoso bajo la atenta mirada de mis admiradores. Entre tanta gente he reconocido a mi amigo Enrique que ha venido al aeropuerto a buscarnos. He sentido mucha alegría al ver a mi amigo, y nos saludamos con un efusivo abrazo. En el camino hacia la salida del edificio me ha sorprendido ver a “taxistas piratas” que andaban buscando a sus posibles clientes.
Ahora estoy en el hotel “Dnipro”. Un hotel de cuatro estrellas, situado en el corazón de la ciudad.
Después de reclamar el equipaje perdido, nos dirigimos a la puerta de salida. Me he quedado impresionado al ver a tanta gente alrededor. Por un momento me he sentido como un famoso bajo la atenta mirada de mis admiradores. Entre tanta gente he reconocido a mi amigo Enrique que ha venido al aeropuerto a buscarnos. He sentido mucha alegría al ver a mi amigo, y nos saludamos con un efusivo abrazo. En el camino hacia la salida del edificio me ha sorprendido ver a “taxistas piratas” que andaban buscando a sus posibles clientes.
Ahora estoy en el hotel “Dnipro”. Un hotel de cuatro estrellas, situado en el corazón de la ciudad.
A pesar de ser un viaje bastante largo e intenso, ahora mismo no siento cansancio. Al revés, tengo un subidón de energía y actividad. Me fascina como tan solo en unas horas te puedes encontrar en un país totalmente diferente, con otro idioma, otra cultura. Ahora mismo salgo a pasear por Kiev nocturno. Ya os contaré mis impresiones.


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